CABALGATA-CLAVEL DEL AIRE
San Carlos y la cabalgata a los claveles: tradición e historia
La “ida a los claveles” se realizaba en el mes de noviembre ya que es la época donde florece esta planta.
El protagonista de esta tradicional costumbre es el gaucho sancarlino quien emprendía una larga travesía a La Salada donde se encuentra el monte de los claveles del aire. Allí, si las condiciones climáticas lo permitían, encontraba los deseados claveles, que traía de regreso para regalar a su enamorada.
El aroma que emana el clavel del aire es exquisito, por ello la costumbre es colocarlo dentro del hogar para que la casa sea perfumada por esta bellísima flor.
Por sobre la quebrada se vio aparecer la hilera de jinetes con la flor blanca detrás de la oreja. Se internaron de madrugada en el cerro Clavel del Aire buscándolas. En otros tiempos, hubieran sido sus hermanas, madres o esposas las que salieran a su encuentro impacientes por verlos, pero más aún por respirar ese aroma dulzón que deja la flor del desierto.
Ayer, eran más de mil personas las que los recibieron en el llano con asado y guitarreada, reviviendo así una antigua costumbre campera.
Es difícil marcharse de San Carlos sin valorar -al menos- un poco más nuestro acervo cultural. Los habitantes del pueblo más antiguo de la provincia no podían dejar pasar el Día de la Tradición sin celebrarlo a su manera. Unos 550 jinetes participaron de la cuarta edición de la Cabalgata a los Claveles que culminó con una gran fiesta familiar en La Salada, a unos 15 kilómetros de la villa cabecera.
El relato pasó de generación en generación. Cuentan los lugareños, que los gauchos debían internarse varios días en el desierto para realizar arreo de los animales. De regreso, pasaban por este cerro donde abundaban los claveles del aire para juntar algunos para su amada. El rito encierra algo de romanticismo y camaradería, porque en el camino también se detenían a compartir un vino o unos mates con sus compañeros de faena.
Para evitar que este hecho del folclore local se perdiera en el olvido, hace cuatro años se organizó por primera vez esta particular cabalgata. Entonces, sólo reunieron a 60 jinetes. Hoy es un acontecimiento popular, donde familias enteras, abuelos y nietos, grupos de amigos, compadres realizan la travesía sobre un caballo. Mientras tanto, los vecinos salen a las calles a saludarlos y tomarles una foto.
Vestidos de gauchos y chinas, los 170 alumnos del jardín Diamante de la villa cabecera de San Carlos esperaron desde las 8,30 en la plaza para ver pasar a la tropa, que recién desfiló por allí una hora más tarde. "Yo quiero tener un caballo cuando crezca", reconoció tímidamente Ulises Paludet (4), acomodándose el pañuelo que llevaba al cuello.
Esbeltas paisanas con ponchos y botas media caña, gauchos con piercings y lentes oscuros, avezados jinetes que apenas superaban el metro de altura, mujeres que con destreza maternal supervisaban el ritmo de la tropilla, abuelos que tienen tantas andanzas camperas como canas y hasta dos curas bien gauchos (Mariano Carrizo y José Gerardo Virga). Todos formaron parte de la prolongada escuadra que cruzó con su bullicioso andar el centro sancarlino para internarse luego por caminos de piedra y arena.
"¡Viva San Carlos! ¡Viva la Patria!", gritó un entusiasta Jorge Difonso encabezando la columna con una bandera argentina en la mano. "Un pueblo que olvida su pasado no tiene futuro, por eso las vivencias que se transmiten de padres a hijos nunca mueren", apuntó el intendente. Él mismo realizó el recorrido acompañado por sus tres hijos pequeños y se llevó un gran susto cuando la mayor (Catalina, de 11 años) se cayó del caballo a mitad de camino. "Sólo se golpeó el brazo", anunció después de ratificar vía telefónica su estado de salud.
Mate, truco, asado y más
Este evento, que nació hace cuatro años, cada vez es más convocante. La particularidad de este año fue la cantidad de mujeres y niños que participaron de la jornada. "Es la primera vez que monto esta yegua, por eso estoy tan quieta", comentó María del Valle Prieto, Flor departamental de la Tradición, quien no quería ni sonreír para no espantar al ejemplar que le había prestado Lalo ÁÁlvarez de la Agrupación Gaucha de Chilecito.
Aprender a cabalgar en una escuela ecuestre o integrar una asociación tradicionalista son actividades comunes en este rincón del Valle de Uco. "Salimos anoche a cortar los claveles, pero hay muy pocos por la sequía. Es un regalo para la moza que uno quiere... pa' mi esposa", aclaró enseguida Mario Ovejero. Mientras, sus amigos Isaac Marcos y Carlos Torres proponían a Difonso asfaltar el camino para no mancharse la ropa al tomar vino en bota sobre el caballo.
Enseguida los hombres del Centro Tradicionalista 16 de Setiembre de La Consulta sacaron la caramañola y ofrecieron un trago. Más allá, un grupo de jóvenes volvían con su tesoro del cerro. Habían salido a la 5 de la mañana a caballo de su casa para conseguir alguna flor. "Hay zonas de médanos y barrancos", explicaron Oscar Vanoli, Juan Álvarez y Lucas Pereyra, unos verdaderos baqueanos.
En una gran explanada de La Salada (una zona salitrosa donde tiempo atrás existía una especie de laguna de vertiente donde la gente iba a bañarse) un grupo de hombres recibía a los jinetes con unos 600 kilos de carne a la parrilla, bajo el mando de los expertos Hilario Narváez y Julio Páez. En el lugar se montó un escenario, estructura que hasta contaba con baños químicos y varios ranchos con mesas y sillas para que los visitantes pudieran almorzar tranquilamente.
Pasado el mediodía, se habían juntado unas mil personas en el lugar. Comenzaron a correr los mates, las botas de vino y las porciones de asado y pan. Después se armarían las guitarreadas, los partidos de truco y de taba con los infaltables gritos cuyanos de fondo. Una compartida para no olvidar.
sta particular, hermosa y aromática planta tiene gran presencia en la flora y tradición de nuestra región, particularmente en San Carlos. Aquí te mostramos sus características y las llamativas leyendas que revisten su existencia, rescatando que se encuentran dos historias muy contradictorias desde lo histórico-cultural.
El clavel del aire, o mejor dicho Tillandsia
Se trata de una planta de características exóticas, pues crecen normalmente sobre otras plantas por lo que se mal denomina una “planta parásito” sin embargo . Su nombre científico es Tillandsia y pertenece a las plantas “epifitas”. Estas se encuentran en los desiertos, bosques y montañas de Centroamérica, Sudamérica, México y Norteamérica.
En nuestra zona, particularmente en La Salada, San Carlos encontramos Claveles del Aire color blanco, sin embargo existen de varios colores. Pero cave aclarar que la Tillandsia que conocemos son en realidad color grises, que generalmente crecen en áreas sub-húmedas o sub-áridas con alta humedad del aire, en lugares donde les de el sol y el aire. Su color es gris porque sus tallos y hojas están cubiertos por escamas (tricomas) que al llenarse de aire reflejan luz y le dan al “clavel del aire” una apariencia blancuzca. Estos tricomas se llenan con agua de la humedad y dejan ver el tejido verde debajo y a su vez absorbe más luz. En cuanto el sol seca la planta, esa parece grisácea otra vez.
Las versiones de la leyenda del Clavel del Aire
Esta particular y hermosa planta posee su correspondiente leyenda. Desde lo religioso se dice que la palabra clavel se descolgó del latín: “un ojo del Lacio, con lágrima como rocío, miró la semilla de la flor y fue clarísimo: la forma era de un punzante clavo negro”. De clavo, pasó a clavel ya que rematar el vocablo con un sonido “el”, fue cosa del labio acostumbrado a pronunciar “fiel” o “miel” cuando nombra aquella ternura que ha cruzado la noche.
“Y porque esta especie vive suspendida, porque voló sin raíces de las redes húmedas de la tierra, porque prefirió el libre espacio sin márgenes” se le apellidó “del aire”. Además, los religiosos tienen su versión y explican que “aire” se refiere a “espíritu santo”.
Sin embargo, como venimos haciendo en CULTURALGIA, recuperamos dos versiones de antaño que se reconocen como leyendas del Clavel del Aire. Estas historias explican un fenómeno de manera similar pero con diferencias que cargan un significado históricosocial, mostrando realidades respecto a la época de la conquista con una construcción particular. Nos es un gusto mostrarles lo encontrado.
La leyenda de la india Shullca y el clavel del aire
Se dice que en la época de la conquista un oficial español se enamoró de una bonita indiecita llamada Shullca. Él la vio por primera vez camino a una expedición en las sierra del noroeste argentino y no pudo olvidar su belleza.
Al llegar al pueblo hizo sus averiguación y comenzó en la con la conquista de la joven, pero Shullca no correspondió a sus cumplidos y un apasionante amor desató en la venganza del español.
Una tarde la encontró sola en las sierras y comenzó a perseguirla. Shullca, una niña, en su desesperación trepó a la rama más alta de un coposo algarrobo. El viento era fuerte, y mientras más subía Shullca, más se balanceaban las ramas amenazando con derribarla. El joven oficial trepó tras ella y con dulces palabras le pidió que bajara, prometiéndole respetarla si así lo hacía. Pero la niña se negó y el enfurecido soldado arrojó el puñal que fue a clavarse en el pecho de Shullca.
El cuerpo de la indiecita calló al vacío y tras él, el del oficial hispano. Una gota de sangre alcanzó a humedecer el tronco del árbol y allí nació el clavel del aire, que con su fragilidad y delicadeza recuerda por siempre la inocencia de Shullca.
La leyenda de la joven española y el clavel del aire
Una madrugada diez o doce Huilliches (aborígenes araucanos, montañeses y ladrones) arremetieron contra la vivienda de unos españoles de un campo de una Estancia cerca de la margen izquierda del río. Muy sanguinarios, tomaron cautiva a una joven después de matar a las dem´sa personas de su familia.
Era lo normal para los maleantes llevarse mujeres blancas y jóvenes. La muchacha iba en la grupa de un caballo muy sujeta por uno de los ladrones que previamente le había tajeado las plantas de sus pies, para que no escapara.
A poco de huir con el botín se fueron dispersando entre los montes. El que llevaba a la cautiva intentó ser el más rápido orientándose hacia sus escondrijos en la montaña en un terreno desconocido, llevando a su cabalgadura a una zona de vizcacheras y sucedió el hecho: el equino metió su pata en una de las cuevas rodando con su carga violentamente. Ella repuesta de la caída se arrastró lentamente pudiendo ver a su agresor inerte y también al caballo que arrastrando su pata quebrada se alejaba a duras penas. Al acercarse más al humano comprobó que no respiraba, que estaba muerto.
Ya más calmada la joven vio que le iba a ser difícil caminar con sus pies en carne viva, cavilando en ello y otras cosas creyó oír un lejano rugido y divisó tres pumas y arrastrándose como pudo llegó al chañar más cercano y lo trepó importarle los dolores que sentía. Las ramas más altas le permitieron encaramarse con mayor fuerza y desde allí ver como los pumas devoraban al cadáver del aborigen. Luego los animales intentaron alcanzarla, y arriba la niña se apretaba a las duras ramas que la sustentaban en un sinfín de sacudones y balanceos que procuraban su caída. Allí aferrada ya casi adherida los aguantó largo rato con desgastada firmeza, al punto que los pumas decidieron abandonar el reto y se fueron.
Ella se quedó allí apretada a su árbol, lo único que tenía y que le importaba en esos momentos, pues fuera de ello no tenía nada, su familia había sido muerta. Quería ser parte del chañar, sus uñas se fueron internando en él, sus brazos, pies sangrantes y su cuerpo todo se fueron enroscando y completando una rara metamorfosis verdosa, como así su blanco rostro y clara cabellera que pasaron a ser suaves pétalos. Pequeñas raicitas penetraron la dura corteza sin herirla, pues la convertida en nueva planta no quería bajar a la tierra deseaba quedarse en su árbol y allí quedó transformada en el que pasamos a llamar: “clavel del aire”.
Muchas plantas del piedemonte ostentan estos raros vegetales, mal llamados parásitos (pues se nutren de la humedad del aire, de ahí su nombre) ellos solo retribuyen con su belleza al soporte que encuentran en esos árboles.
San Carlos y la cabalgata a los claveles: tradición e historia
La “ida a los claveles” se realizaba en el mes de noviembre ya que es la época donde florece esta planta.
El protagonista de esta tradicional costumbre es el gaucho sancarlino quien emprendía una larga travesía a La Salada donde se encuentra el monte de los claveles del aire. Allí, si las condiciones climáticas lo permitían, encontraba los deseados claveles, que traía de regreso para regalar a su enamorada.
El aroma que emana el clavel del aire es exquisito, por ello la costumbre es colocarlo dentro del hogar para que la casa sea perfumada por esta bellísima flor.
Recopilación H. Montiel