LA PRIDA

CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

                                                                 

Más de 170 años de su asesinato,

Pocos conocen el trágico

Final del Sanjuanino que

Presidio el congreso de 

Tucumán y firmó el acta de

Nuestra independencia

Su caballo atravesó polvaredas de masacre, restos de batallas y se perdió en callejones oscuros de las afuera de la ciudad de Mendoza. Estaba desorientado y buscaba el sur. Francisco Narciso Laprida huía para salvarse. Pero no pudo: Fue un notable letrado y político que ejerció de diputado por San Juan en el Congreso de Tucumán a la vez que de presidente cuando durante en este congreso se proclamó la independencia de Argentina el 9 de julio de 1816.

Inició su formación en el Real Colegio de San Carlos de la capital argentina, uno de los centro educativos más importantes del país, para más tarde trasladarse a Santiago de Chile para estudiar leyes en la Real Universidad de San Felipe de Santiago. En 1810 concluyó sus estudios y en 1812 ya era escogido Síndico Procurador del Cabildo de San Juan.

Junto al militar José de San Martín participó en la creación del Ejército de los Andes. Este ejército fue un cuerpo militar integrado por tropas de la provincia argentina de Cuyo y por contingentes de soldados chilenos exiliados en Mendoza tras la Batalla de Rancagua. Entre los acontecimientos más importantes debidos al Ejército de los Andes esta la victoria militar en Chacabuco que abrió las puertas de Santiago de Chile y la llegada al poder del padre de la Patria chilena Bernardo O’ Higgings.

En 1815 fue enviado como diputado al Congreso de Tucumán y el primero de julio de 1816 ocupó la presidencia. En Tucumán primero y más tarde en Buenos Aires el congreso proclamó la Declaración de Independencia de la nación Argentina y redactó la Constitución de 1819.

La Declaración de Independencia no estuvo exenta de contratiempos. En especial porque varios de los territorios que pertenecían al Virreinato del Río de la Plata no pudieron tener a sus representantes en el congreso de Tucumán, debido a diversos motivos. Algunos territorios estaban bajo control realista, otros estaban inmersos en conflictos bélicos debido a la invasión luso-brasileña y en último lugar los representantes de La Liga de los Pueblos Libres, a excepción de Córdoba, fueron apresados por miembros del directorio unitario con el objetivo de que no pudieran hacer prevalecer sus ideas federalistas.

Por otro lado, la Constitución Argentina fue aprobada en Buenos Aires en 1819 dos años después de que el Congreso fuero trasladado a la capital. Esta constitución que estuvo influenciada por las Cartas Magnas de diversos países como las de Estados Unidos de América, Francia y en menor medida por la constitución española de 1812 tenía una fuerte impronta unitaria, establecía la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y estaba diseñada para amoldarse a un sistema monárquico constitucional, el cual era bien visto por algunos de los congresistas implicados en su elaboración. Pero la constitución encontró una fuerte oposición de las provincias afines al federalismo. Aún así, pese a su efímera existencia, muchos de sus artículos serían refundidos en las siguientes constituciones de 1826 y 1853.

El Congreso de Tucumán fue clausurado en 1820 tras la derrota del Directorio en la Batalla de Cepeda.

Posteriormente Francisco Narciso de Laprida regresó a San Juan donde ocupó el cargo de gobernador en sustitución de José Ignacio de la Roza (1786-1834) empleándose con dureza contra algunos conatos revolucionarios.

En el año 1824 volvió a representar a su provincia, en esta ocasión en el Congreso General Constituyente y del cual fue presidente al año siguiente.

Una vez el Partido Unitario inició un proceso de desintegración acelerado y el militar federalista Manuel Dorrego (1787-1828) fue fusilado, regresó a San Juan y más tarde a Mendoza escapando de la persecución de Juan Facundo Quiroga (1788-1835). En su huida fue alcanzado por las tropas de José Félix de Aldao que lo asesinan en septiembre de 1829. Sus restos mortales nunca fueron hallados.

Más de un siglo después de su muerte, en 1943, Jorge Luis Borges, el reconocido escritor de fama mundial y descendiente lejano de Francisco Narciso de Laprida, honró la memoria de éste en su obra Poema Conjestural

Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.
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