EVARISTO CARRIEGO


1912 - EVARISTO CARRIEGO - El 13 de octubre de 1912 muere en Buenos Aires Evaristo Carriego. Había nacido en Paraná (Entre Ríos), el 7 de mayo de 1883. Se educó en Buenos Aires, y vivió el clima de las tertulias literarias porteñas, en las cuales gravitaban Rubén Darío y Almafuerte.
Escribió en diversas publicaciones de la época como "La Protesta", "Papel y tinta", "Caras y Caretas". Allí dio a conocer también poesías y cuentos breves que pintaban la vida del suburbio.
Su único libro de versos editado en vida "Misas herejes", apareció en 1908. Adquirió fama con los poemas: La costurerita que dio el mal paso.
                                                              

                                                         

Los tangos de Evaristo Carriego
“Carriego llamó "misas" a sus poesías, es decir, mensajes, envíos, y las calificó de "herejes": apartadas de la recta opinión, anticipándose al rechazo de quienes pudieran no comprenderlas.
   De su obra emana una sencilla religiosidad, un tono de rezo que lo hace precursor de Baldomero Fernández Moreno y de Homero Manzi. Poesías como "La vaca muerta", con sus humildes viejitos campesinos que la lloran, o letras como "Discepolín", que describe con tono dolorido lo grotesco de la vida, son oraciones al modo de Carriego.
   Y las poesías que hablan de las novias encerradas, de los hombres poseedores de un secreto que a veces los hace llorar, o de la tristeza irreparable de la silla vacía, son a la vez plegaria y tango, si es que los grandes tangos no lo son, precisamente, por contener una plegaria.
   El hombre es un ser religioso, y todo gran poeta es un oficiante de misterios sagrados: el de la vida y la muerte, el del amor y el desencuentro, el de la traición de Judas y el de la redención del buen ladrón, que son temas de los tangos de los dos Homeros, de Cátulo, de Contursi, de Bahr.
   Carriego tiene un continuador mayor en Enrique Santos Discepolín, el poeta que sufrió el dolor de los demás para poder atestiguarlo, porque testigo significa mártir, como suele recordar Ernesto Sábato, tal vez sin percibir que habla también de sí mismo.
   Tanto Leonardo Castellani, que en su eminencia de teólogo descalificó la obra "bastante tangusa" de Carriego, como Ezequiel Martínez Estrada, que desde su dignidad de maestro moral rechazó la vulgaridad que percibía en el tango, asumieron a su manera la misma actitud que inspiraba a Evaristo Carriego.
   Porque los escritores, poetas o tangueros verdaderamente grandes son los que se encargan de dar testimonio, cada uno desde su personal carisma, de las esperanzas, sinsabores y desdichas de los hombres.
 Fuente Télam
  Publicado en el Nº 4
de la revista
Bondiguía"                                                                                                                                                          "
Recopilación H. Montiel


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